Miraba directamente al escenario sin diferenciar muy bien lo
que se presentaba. Estaba sentado justo en el extremo derecho de unos asientos
colocados dentro de una especie de evento, sin tener una idea de cómo había
llegado ahí o que estaba esperando sentado en ese centro de convenciones de mi
ciudad.
Vino a mí el recuerdo de haberte visto entre la multitud. Por
alguna razón había tratado de evitar hacer contacto visual contigo. ¿Por qué haría
eso? Quizás quería ahorrarnos a ambos el momento incómodo que el encontrarnos
pudiera causar.
Miré un poco a mi derecha. Creí haberte visto un poco más
lejos o al menos a alguien parecida a ti. No aparté la mirada, no estaba convencido
de si eras tú o no.
De pronto, me miraste. Eras tú, a unos cuantos metros de mí
acompañada de una chica a la que nunca había visto, al parecer amiga tuya.
Hiciste señas con tus brazos para asegurarte de que te había visto. Caminaste
hacía mí al mismo tiempo que yo me levantaba de mi asiento. No pensé demasiado
y creo que tú tampoco. Al estar uno frente al otro, nos abrazamos, justo como
lo hicimos la primera vez que estuvimos juntos.
Te había extrañado y lo había hecho hasta ese día. Olvidé
por un instante todo aquello que nos había llevado a ser casi un par de
desconocidos.
Nos separamos un poco. Te miré a los ojos, tú miraste los
míos y, sin pensarlo más, ambos nos besamos.
Me sonreíste aún sin decir nada. Tú amiga que no estaba muy
lejos de nosotros te dijo un par de cosas al oído. Volviste a verme a mí y me
pediste que las acompañara a las dos. No esperaste a que respondiera. Me
tomaste del brazo y me guiaste entre la multitud siguiendo a esa amiga tuya.
No entendía nada. No sabía porque estabas aquí ni que le
había pasado a ese silencio entre ambos que nadie había impuesto. ¿Meses y
meses de no saber nada de ambos se habían esfumado en un encuentro que parecía obra
de la casualidad?
Dejamos de caminar y ambos nos detuvimos junto a un muro
mientras tú amiga iba a un lugar no muy lejos de nosotros. Te miré pensativo “¿Por
qué?”, te pregunté. Dentro de mi cabeza la frase completa fue “¿Por qué viniste
hasta aquí?”, no dije el resto creyendo que la pregunta era muy obvia.
“Se volvió difícil, Migue”, me respondiste sin mirarme de
frente. Sonó como la respuesta a “¿Por qué llegamos al punto de querer
olvidarnos de nosotros?”.
No dije más y tú tampoco. Todo el lugar se fundió en negro
mientras trataba de conservar la imagen de ti a unos centímetros de mí.
Desperté. Y ese molesto silencio aun nos separaba.